Los valores culturales influyen en los ambientes de juego que los adultos disponen para los niños, ambientes que repercuten a su vez en la frecuencia de formas específicas de juego entre las culturas (Bodrova y Leong, 1998). Un estudio observacional en Estados Unidos comparó a 48 niños de origen coreano y 48 angloamericanos, todos de clase media, que asistían a diferentes institutos preescolares (Farver, Kim y Lee, 1995). Los preescolares angloamericanos alentaban el pensamiento independiente, la participación activa en el aprendizaje, los intercambios sociales entre los niños y las actividades colaborativas con los maestros. No sorprende que los niños angloamericanos participaran en más juego social mientras que los niños de origen coreano se involucraban en mayor medida en el juego desocupado o paralelo. Al mismo tiempo, el juego de los niños de origen coreano era más cooperativo y con frecuencia ofrecían juguetes a otros niños, lo cual probablemente sea un refl ejo del interés de su cultura por la armonía del grupo. Los niños angloamericanos eran más agresivos y a menudo respondían de manera negativa a las sugerencias de otros niños, lo que refl ejaba la competitividad de la cultura estadounidense.
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